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  • Simplicio Villarreal

Away, away. Goodbye, away.

Roberts Creek, Abril 9, 2023


Un par de noches y una insistencia a recordarlas. Recordar el calor de un cuerpo que duerme junto al tuyo, el arrullo de una respiración que está próxima a rendirse con la noche. Recordemos el susurro de los arboles que se balanceaban como sombras, el último trago de una cerveza, un queso que se derrite con el calor de una salsa de tomate. Y si no queda en palabras, puede que lo guardemos en recuerdos, y si nos da miedo de perderlos, también han quedado grabados con colores en alguna cámara.

Fue día, fue noche, pero no fue un sueño.





fue real, fue presente, fue un viento frio que nos pegaba en la cara, una estrella de mar que se aferraba a una piedra esperanzada a que volviera de noche la marea para que se la llevara. Fuimos risa y fuimos lluvia, caminatas eternas, mañanas lentas, fuimos algo que no podemos ser cuando estamos en la ciudad, preocupados con todas esas cosas que piden nuestra atención, que despiadadamente nos roban nuestro tiempo.



Ahora quiero hace runa lista de todos los cambios que note al estar ausente.

  1. las películas valen mas la pena cuando alguien recarga su cabeza en tu hombro

  2. el cafe instantáneo es suficiente cuando lo divides en multiples tazas

  3. caminar una hora por el antojo de una cerveza no cuesta mucho si en el camino te encuentras con libros, ramas dobladas, si los pasos que te siguen son de alguien que camina esa linea poco común y tan difícil de encontrar entre la amistad y la familia

  4. la lluvia sólo es agua

  5. hay tanto de que reírse

  6. el spaghetti sabe mejor cuando alguien mas te cocina

  7. el pasado no me oprime

  8. el futuro no me aterra


si insisto en continuar;


me gustaría con palabras recordar que hay otras maneras de cosechar una vida, y aunque no sean las ideales para todos, al menos reconozco en mi que ya me estoy cansando, que me cuesta trabajo continuar con este juego de la ciudad grande en donde los edificios se elevan y separan a la gente. Me cuesta trabajo organizar mis pensamientos y es a veces tanto el cansancio que me olvido de cuidar a la gente que mas quiero.



Pero no todo es malo, porque sin esa gran ciudad nunca hubiera conocido a los que ahora me acompañan, ni habría vivido lo que ya viví, lo que ya no vuelve. Entonces agradezco el aprendizaje, agradezco lo que he construido y me atrevo incluso a agradecer lo que pronto voy a vivir.




Pero. Claro que hay un pero. Sin él no habría este texto.



Hay una sutil voz, un susurro que me pide que le preste atención. He sido afortunado de escucharlo en los barcos que me llevan a otros bosques cuando el trabajo me necesita fuera de la ciudad, un susurro que me siguen y se aparece en la noche cuando acompaño a un amigo a que se fume un cigarro. Y ese susurro es quien nos hace calladamente encontrar un terreno común en las conversaciones que surgen con la paz de saber que lo único que hay que hacer es darnos esa compañía.




Aún no se exactamente que sea el mensaje, pero reconozco el sentimiento. Es el mismo sentimiento que me acompañó en toda mi niñez y que ahora vivo cuando en el bosque no hay un sendero que me lleve a ninguna parte porque cualquier parte es donde en ese momento necesito estar.



De noche, cuando ya todos dormían y yo caía en cuenta de que la noche se convertiría en día, y así, sucesivamente hasta que llegara el momento en que debíamos de volver a los ruidos de ambulancias y los mensajes en el teléfono, las amenazantes palabras de gente que se cree importante porque sin ese aire de superioridad perderían probablemente también algo de su identidad que les sirve de herramienta para golpear a los que se dejan ser clavos y ellos martillo. Bueno, yo, sin poder dormir miraba los arboles que sabían que ahi era en donde tenían que estar. Miraba el silencio, la comodidad de compartir un colchón con alguien con quien puedo compartir no solo una almohada sino también una manera de pensar. Y no era solo esa persona, pero también las que dormían en otro colchón no muy lejos, con quienes he compartido lagrimas y risas, con quienes compartí esos días que terminaron siendo años en los que no podíamos salir mucho de nuestros hogares y a las seis de la tarde abrimos la ventana guiados por una inercia compartida por un mundo entero y escuchábamos gritos y aplausos, cornetas, agradecimientos dirigidos a todos aquellos quienes intentaban volvernos a lo “normal”



Bueno, aquí estuvimos, y estamos, después de la fortuna de poder haber compartido ya tantas noches y tantos días y gracias a que el tiempo ha logrado que algunas de nuestras raíces se abracen entre ellas, aquí estamos, después de comer pasta, compartiendo una cuchara que regresa al mismo bote de helado, pasándonos un jarro de jugo de frutas, aquí estamos sabiendo que la marea sube y también baja, sabiendo que nos tenemos y nos seguiremos.



Aquí estamos, respirando la paz de un susurro que nos quisiera recordar que aquí es donde esta la vida, en estos momentos vestidos con pantalones de pijamas, con una taza mancada de un cafe frio, libros tirados en el suelo, y una certeza tranquilizante de saber que aquí seguimos.






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